Una mujer estaba agonizando. De pronto tuvo la sensación de que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal.
- ¿Quién eres? -dijo una Voz.
- Soy la mujer del alcalde -respondió ella.
- Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada.
- Soy la madre de cuatro hijos.
- Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes.
- Soy una maestra de escuela.
- Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión.
Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no parecía dar una respuesta satisfactoria a la pregunta ¿quién eres?
- Soy una cristiana.
- No he preguntado cual es tu religión, sino ¿quién eres?
No consiguió pasar el examen y fue enviada nuevamente a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar quién era. Y todo fue diferente.
Tu obligación es ser.
No ser un personaje, ni ser esto
o lo de más allá,
sino simplemente ser.
Este pequeño cuento del libro La oración de la rana, nos invita a reflexionar sobre quiénes somos. Si os dais cuenta, parece que necesitáramos de lo externo para darnos un nombre y clasificarnos. ¿Es esta la sociedad que queremos, una sociedad despersonalizada?
Somos hijos, padres, hermanos, amigos, cónyuges … somos una profesión ¿dónde está nuestro verdadero ser, nuestra esencia?
Parece que tuviéramos miedo a descubrirnos, a saber quiénes somos realmente y por eso asumimos diferentes roles. Ocurre que también nos han dicho lo que tenemos que ser y cómo tenemos que ser. Nos hemos aprendido el papel y lo representamos en este escenario que es la vida. Pero nuestra obra de teatro no tiene ensayo general, es siempre en directo, es siempre aquí y ahora.
Tras tantos años no siendo, emprender un nuevo camino hacia el autodescubrimiento puede resultar doloroso. Yo, Berta, he caminado al borde del precipicio y os aseguro que a pesar del vértigo y del dolor que puedan sufrir nuestros pies, nuestras piernas, todo nuestro cuerpo, vale la pena y compensa. Sólo dando cabida a nuestro yo verdadero podremos complementarnos ejerciendo el resto.
El camino hacia el autodescubrimiento siempre resulta doloroso, pero no hay otro camino. Sin embargo, es una decisión muy personal emprenderlo o no y normalmente nadie que entre empujado por otros permanece en él, pero si entras por propio convencimiento, lo extraño es que lo abandones y lo más habitual es que permanezcas dándole sentido al hecho de estar vivo. El camino más fascinante,
ResponderEliminardescubrir nuestra esencia y dar respuestas propias.
Saludos, Aida.
Excelente!!
ResponderEliminarEstamos demasiado acostumbrados a definirnos como nos definen desde afuera. El desafío, maravilloso, es buscar desde adentr y saber quiénes somos, a qué vinimos, qué deseamos hacer con nuestra vida.
Saluditos.