Es en estos tiempos, cuando
pintan bastos, en los que algunas empresas comienzan a acordarse de su
particular santabárbara. Muchas de ellas han realizado políticas de ajuste
sobre su personal con el único criterio de disminución de costes directos vía
nóminas, y en esa “escabechina” todos los departamentos, incluso los
esenciales, han sufrido buena parte del bisturí. Es ahora, cuando sobreviene la
necesidad imperiosa de lograr crecer para que la cirugía no termine
extendiéndose a partes incluso más vitales, el momento de mirar hacia el
departamento de ventas.
¿Y que se suele ver? En la
mayoría de los casos un panorama, para ser suaves, poco alentador.
Profesionales con síndrome “burnout” (es un decir, hemos visto personas más
achicharradas que quemadas), desorientados en su desempeño, con sobreabundancia
de carga de trabajo y una única motivación que proviene del instinto de
conservación (del puesto de trabajo). Así las cosas, la espina dorsal de la
empresa, la que consigue clientes, ventas y facturación, la que en suma es
parte fundamental del proceso de generar valor termina quebrándose, y con ella
la compañía acaba inválida, o incluso moribunda, si no definitivamente difunta.
En esos casos es muy difícil
revitalizar al moribundo sin usar una herramienta de choque. El teórico desfibrilador
provendría de una acción enérgica y decidida de la dirección poniendo al grupo
de ventas, por usar un símil militar herencia de nuestro querido Sun Tzu, en
primera línea de batalla, bien nutridos y fuertes, con armamento y equipo adecuados,
no con palos y piedras, débiles y desorganizados.
Hasta ahora valía con la
remuneración monetaria, el bonus, variable o comisión sobre los objetivos de
venta. Durante mucho tiempo se creyó que eso era lo único que alentaba a las
tropas. Pero en este caso ¿a qué desempeño referimos un variable cuando el
objetivo no es que la cifra crezca sino que se consigan nuevos clientes y
mantener los anteriores (los que queden) o se pongan en marcha nuevas vías de
negocio? No parece una buena idea para sacarnos del atolladero.
La respuesta está en una acción
decidida sobre todos y cada uno de los integrantes del equipo en función de
buscar en ellos las competencias básicas válidas para nuestra empresa (y decimos
nuestra empresa porque cada
casuística es diferente, aquí también el mapa no es el territorio). Eso implica
definirlas perfectamente antes, y la labor de la dirección se centrará en
establecerlas, en función de la estrategia que se quiera llevar a cabo. Una vez
definidas y evaluado su grado de conocimiento y aplicación para parte de
nuestro personal, queda desarrollarlas. ¿Y para ello? ¿Es suficiente con
enseñarlas y procurar su aplicación?
Todo lo dicho anteriormente para
los equipos de venta, como ejemplo más concreto, es aplicable en mayor o menor
medida a cada equipo de la empresa, sobre todo a los que llevan a cabo
actividades críticas para el funcionamiento de la misma, cualesquiera que sean.
Centraremos las próximas entradas
de este blog en ello, en observar y detallar un método que puede lograrlo con la
máxima eficacia, a costes, por su estructura de funcionamiento, muy contenidos,
alejados de macrointervenciones que
implican frecuentemente el disponer de equipos enteros mucho tiempo, por lo que se hace ideal para PYMES. Un método
que en Coaching para Todos hemos denominado Programa 3E y que a través del seguimiento que efectuamos de
las empresas donde ha sido aplicado, nos
está demostrando su tremenda efectividad comparado con otros sistemas tradicionalmente
empleados en la gestión y desarrollo de equipos.
Gracias por compartir tan valiosa información y tan interesantes puntos de vista
ResponderEliminar