¿Por que ahora, cuando mas necesaria es la motivación para estimular la creatividad y el desarrollo del talento entre los empleados de una empresa, parece que fuera cuando mas desmotivados están?
Hace unos días y a través de Twitter,
cayó en la pantalla de mi portátil un enlace a un video alojado en Youtube de
una conferencia de Daniel Pink, impartida dentro de los ciclos TED (si no
conoces que es TED visita el enlace porque la verdad es que siempre puedes
encontrar cosas de interés). Daniel es un escritor y articulista americano
especializado en business best sellers
sobre las habilidades de negocio necesarias en la empresa del siglo XXI, además
de un notable orador. En su conferencia (la tienes al final del artículo
enlazado), Pink plantea un caso que algunos (supongo que muchos de vosotros
también) intuíamos: los sistemas de incentivos monetarios no funcionan cuando
se trata de desarrollar razonamiento y creatividad, solo cuando se trata de
ejecutar tareas directas, cuando existe un objetivo claro y unas reglas
elementales para llegar. Cuando no es necesario que aparezca por ningún lado la
obligatoriedad de “exprimir la neurona”. Incluso, afirma Pink llegando más allá,
perjudica seriamente las variables que antes hemos citado.
Más allá de las pruebas de campo que
enuncia en la conferencia, realizadas por diferentes investigadores
estadounidenses, e incluso la mención de esta circunstancia en algunos estudios
realizados por la que pasa, junto con Wharton, como la mejor institución de
enseñanza de economía del planeta, la London School of Economics, me quedo con
una de sus reflexiones iniciales: El
sistema de operar negocios y de motivar a nuestros recursos humanos, que
tenemos actualmente, está basado en
motivadores extrínsecos (bonificaciones, comisiones, bonus…) . Es decir, gráficamente todo el sistema de motivación de
las empresas del mundo del libre mercado, gravita sobre el clásico sistema de
castigos y recompensas, el palo y la zanahoria. Y eso, según la ciencia, según
los estudios que se llevan realizando casi 40 años, es erróneo y
contraproducente. Los incentivos actuales, que se diseñaron y se diseñan para fomentar el
razonamiento, la iniciativa, la creatividad, la proactividad, lejos de hacerlo,
la entorpecen. Quizá, remata Pink, eso estuviera bien para las tareas del siglo
XX, más mecánicas, menos relacionadas con la comunicación y el conocimiento,
pero no para los retos que impone la empresa en el Siglo XXI.
¿Qué están haciendo entonces los departamentos
de recursos humanos? Lo digo porque se les presupone encomendada “per se”, mediante los resortes y programas adecuados (entre ellos los de la motivación
continua y constante del empleado), la
función de lograr (o al menos proporcionar a los directivos responsables la forma de
hacerlo) las mejores condiciones para que el empleado desarrolle, en cada momento,
la labor que tiene que hacer con el máximo aporte posible de valor. Y ahora
mucho más que nunca, porque estamos en una época muy difícil en la que se
precisa creatividad, razonamiento, intelecto, talento. Esfuerzo intelectual
mucho más que esfuerzo físico. Nuevas ideas y nuevas formas de llevarlas a
cabo.
Esa motivación es la gasolina, el
alimento esencial que debe poner en marcha el esfuerzo para la búsqueda en los
empleados de esos valores, actitudes y habilidades que se indican en el párrafo
anterior. Es la que alimenta el tan buscado, traído y llevado “engagement” o compromiso, que no es ya que
sea importante para el sobreesfuerzo que se requiere para el logro de las
citadas creatividad o razonamiento , sino que, me atrevo a señalarlo así, es básico para la unión, cohesión y, consecuentemente, sostenimiento
de la empresa.
En resumidas cuentas ¿Se está
haciendo lo suficiente para proporcionar el oxígeno necesario para las empresas
desde la motivación intrínseca de sus empleados? Es más, cuando el sistema de
incentivos está establecido en base a recompensas monetarias y en este momento
de crisis económica estos se han reducido notablemente ¿Por qué no se aplican (estudiar
están estudiados de sobra, no valen excusas) sistemas que, además de reducir el
esfuerzo de tesorería, digámoslo así, van a conseguir mejores resultados en el
desarrollo de las capacidades, la creatividad y el talento? Parece de cajón
¿verdad?
Las preguntas que se me ocurren son:
¿Hay valentía para aplicar la ciencia a los negocios? ¿Hay suficiente sentido
común para estimular la creatividad y el compromiso de los empleados con
políticas de autonomía, de responsabilidad, de implicación en los objetivos, de
recompensas emocionales, de comunicación transparente, de integración, de
conciliación? ¿Hay lo que tiene que haber para ser diferente y romper moldes
con sistemas (nunca lo olvidemos) que está probado que funcionan? ¿Qué están
haciendo algunos directivos de todas las áreas de la empresa? (Fundamentalmente
de la que se supone que debe poner estas cosas encima de una mesa de dirección,
es decir, recursos humanos) ¿Trabajar para el largo plazo, el desarrollo, la creación
de riqueza, o trabajar para salvar el trasero?
Responsabilidad. Eso sí que es
exigible. Y como tal los accionistas, los propietarios y los stakeholders,
los propios usuarios o clientes de las empresas, deberían hacerlo. Lo contrario
es complicidad con la mediocridad y la negación de todo lo que debe ser la
misión de una empresa, crecer, desarrollarse y generar riqueza.
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