Hablamos (y no paramos) de
liderazgo, compromiso, productividad, innovación o creatividad, como elementos
imprescindibles para que las empresas remonten la ola y salgan del remolino que
lo traga casi todo. Centramos la supervivencia y/o el resurgimiento de todo
tipo de organizaciones, privadas o públicas, en la capacidad del “todos a una”
con esfuerzo, mentalidad y actitud, pero a mi entender, creo que nos paramos
poco en cómo poner en marcha los mecanismos precisos para activar todo eso.
Pareciera en algunas opiniones
que leo últimamente, que solo la mención de lo que se debe hacer fuera
suficiente. Observo recetas, sobre todo. Algunas de ellas muy buenas recetas. Con
muy buena pinta, al menos, sobre el papel, pero que, como en todas ellas, no
terminan de contemplar lo que se precisa para llegar a convertirse en un plato
excelso: La mano del cocinero y la calidad de los ingredientes. No me imagino a
mi mismo haciendo un plato maravilloso de Santi Santamaría o Arzak. Bastante
tengo en el tema culinario con saber cocer la pasta al dente
y hacer una aceptable merluza en salsa verde.
Para mi esa es la madre del cordero. El problema es el quien. No el que. Ni siquiera creo que lo sea el cómo. Y, en ese sentido, echo un poco en falta el que algunos teóricos en la materia centren las
soluciones en eso, en la teoría, siendo en algunos casos contumaces en las
recomendaciones típicas de temario de master (“necesario ser productivos”, “necesario ser
creativos”, “necesario ser innovadores”, ”necesario estar comprometidos”), a lo
largo de artículos y posts repetidos en toda la red, sin dar ese mismo grado de
importancia a la “necesidad de ser impulsados por personas competentes y
comprometidas”. Que no se me entienda, por favor, como ninguna crítica. Yo no
soy nadie para criticar. Simplemente, como observador, como lector interesado
en estos temas, lo echo a faltar. Nada más.
Y por otra parte sigo sin entender el porqué de que las
organizaciones no entiendan de una vez que su principal activo, el que deben de
cuidar, mimar, cultivar y hacer fuerte, son las personas que trabajan en ellas. Que sin las mismas, cualquier solución, sobre el papel probablemente magnífica, se convierte en un
desastre por la falta de personas que, uno, la impulsen, hagan su seguimiento y
faciliten su ejecución y, dos, de otras que hagan su papel en
la aplicación del día a día, con honradez, dedicación y confianza.
Se me abren las carnes, por emplear la expresión castiza, cuando oigo a
empresarios decir que la formación “en estos momentos no es prioritaria”,
cuando el Coaching de liderazgo a cualquier nivel es considerado directamente
prescindible y cuando la selección se hace en base a criterios de “marca blanca”
(“Contratamos a éste/a, que cobra menos, es más inexperto/a y se le puede
exprimir mas”). Probablemente leen revistas y webs de management y acuden a
seminarios donde importantes gurús hablan de “lo que debe hacerse”. Pero
mantienen, en su sinrazón, que los resultados y la facturación hoy son lo único, bajo la creencia firme en una máxima: “Pero si esto no sirve para nada con la gente
que tenemos. Para qué”.
Lo he puesto en otras ocasiones por aquí: Pan
duro para hoy y, ya no hambre, directamente muerte, para mañana. Y si la cosa
mejora, la gente, evidentemente harta, desaparecerá de la vista de esos
empresarios y huirá hacia otros lares. Y entonces, ellos y ellas, podrán
comprobar si las personas son o no la base de las empresas. Justo cuando no
haya base y empiecen a caer…
Dos botones de muestra: Esta
semana me comentaban el caso de una directora de departamento con fama de malas
pulgas y tendencia al maltrato verbal para compensar probablemente situaciones
personales, que traslada seguramente su propia frustración hacia sus
colaboradores, en un trabajo que le da igual y que no la motiva, porque quizá
no podría ejercerlo al mismo nivel y con la misma compensación económica en
otra empresa diferente mas atractiva para ella. Uno de sus ejemplos de “liderazgo” visible ante sus colaboradores, es marcharse a fumar cuando
tiene una llamada que atender y no le apetece hacerlo . O espetarle de malos
modos a su secretaria, cuando le pasa una llamada externa, el “No me apetece hablar con ese gilipollas. Qué coñazo”.
El segundo caso es de una cadena
de ópticas madrileña. El optometrista encargado (magnífico profesional técnico, con la añadidura de ser un excelente
comercial y ,por tanto, un recurso, que diríamos, productivo, cualificado, que aporta valor, etc...) me confiesa
que se va, porque lleva trabajando más de un año sin librar un solo día (de lunes
a domingo en turno de ocho horas) y que, cuando plantea esa situación a su jefe,
indicando que necesita descansar (sin
usar el recurso de denuncia a la inspección de trabajo siquiera), el empresario,
dueño de la cadena, le indica que "si no le gusta que se marche, que colocará a
otro que cobrará menos”.
En ambos casos, imagino que la
aplicación de cualquier concepto teórico que pueda mejorar la situación es
inviable, sea por parte de los “jefes” (parece muy obvio) o por parte de los
colaboradores (a ver quien se cree que deben aportar compromiso, ideas e
innovación con el panorama que tienen con quien les dirige).
Con todo, no me gustaría que este
post implicara un mensaje negativo del tipo fijaros
como está el patio. Al contrario. Me gustaría que quien lo leyera, esté de
acuerdo o no, reflexione sobre la conveniencia de pensar en idear primero recetas para
entender, potenciar y reforzar el rol de las personas implicadas, tanto de las que deciden como de las que ejecutan, al objeto de poder tener la base firme para aplicar, valga la
redundancia, las otras recetas a las que antes nos referíamos. La conclusión de
esta reflexión lógicamente será particular, de cada persona. La mía, como podéis imaginar, ya la tengo y es
bastante clara: Antes que recetas, cocineros.
Felices vacaciones.
(Fotos: Google Imágenes y Photopin-con licencia creative commons)
Pues te diré que, desafortunadamente, yo podría darte unos pocos ejemplos que vivo en el día a día... por lo que estoy totalmente de acuerdo y plenamente identificado. Creo que "se nos llena la boca" con términos que oímos y leemos en blogs, artículos y seminarios. Nos sabemos muy bien la teoría pero no predicamos con el ejemplo. Tenemos buenas recetas, pero no sabemos ponerlas en práctica. Y a veces, doy fe de ello, excelentes "chefs" plantean al "jefe de cocina" una carta nueva, con excelentes platos, y sólo piden que les den los ingredientes y les dejen cocinar para sus comensales, pero a éste parece darle igual...
ResponderEliminarme encanta la refelexión, que comparto plenamente, y los ejemplos buenísimos. Gracias. Angel Aledo
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